El obispo emérito de Chilpancingo, Salvador Rangel, fue localizado sano y salvo en un hospital de Cuernavaca tras dos días desaparecido.
Las autoridades de Morelos investigan el caso como un “secuestro exprés”. El Obispo Rangel, figura clave en la búsqueda de treguas entre grupos del crimen organizado en Guerrero, había recibido amenazas por su labor e incluso había dicho temer por su vida.
Rangel ha sido un mediador fundamental en el conflicto entre Los Ardillos y Los Tlacos, dos grupos antagónicos que han ensangrentado Guerrero en los últimos años. Su cercanía con Los Ardillos y sus críticas al líder de Los Tlacos, Onésimo Marquina, lo han colocado en una posición compleja en este conflicto.
A pesar de los riesgos, Rangel ha persistido en su labor de mediación, logrando una tregua entre ambos grupos en enero de este año. Sin embargo, la frágil paz se vio amenazada por la irrupción de La Familia Michoacana en la región, lo que motivó nuevos esfuerzos de mediación por parte de los obispos de Guerrero.
El secuestro de Rangel ha generado conmoción e indignación en México, y ha puesto de relieve los riesgos que enfrentan quienes buscan la paz en zonas dominadas por el crimen organizado. La Iglesia Católica ha condenado el hecho y ha exigido una investigación a fondo.
La labor de mediadores como Rangel es crucial para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos que azotan las comunidades más violentas de México, a pesar de los peligros que enfrentan. Su compromiso con la paz y la justicia los convierte en faros de esperanza en medio de la oscuridad.
Por Luis Martínez Alcántara.