Por Abel López Jiménez

Hoy se vive una crisis humanitaria mundial por la migración y en el caso de América Latina el perfil de los migrantes ya no es el de trabajador temporal que busca el llamado “sueño americano” o canadiense para mejorar su nivel de vida, son familias enteras que huyen del terror de los cárteles del narcotráfico, de la delincuencia común, del abandono de las políticas de Estado y de las crisis sociales y económicas que viven en sus países de origen.

Ese es el nivel de crueldad que obliga a mujeres y hombres, jóvenes y niños, a abandonar sus parajes, rancherías, comunidades y pueblos, en busca de oportunidades, pero sobre todo, ponerse a salvo de la inseguridad que padecen y nadie resuelve, porque los gobiernos en general sólo se dedican a administrarla, junto con la pobreza.

Ese panorama adverso que viven las personas obligadas a emigrar es objeto de estudio de reconocidos analistas, organizaciones privadas, civiles y gubernamentales que plasman sus teorías y estudio de esa problemática a través de artículos, revistas y libros.

El internacionalista y migrantólogo Víctor Villarreal Cabello, señala que tanto la diversidad de las migraciones internacionales como las múltiples variables que rodean el tema permean en la capacidad de generar “leyes de la migración”.

Sostiene que las teorías de la migración son un punto de apoyo para comprender de manera mínima la situación que viven las personas migrantes.

Comenta que autores como Massey, Arango, Hugo, Kouaouci, Pellegrino y Taylor postulan diversas teorías de la migración, como la economía neoclásica, la nueva economía de las migraciones laborales, la de los mercados duales, el sistema mundo, la del capital social, los sistemas migratorios, la de la causación acumulativa y la perspectiva transnacional, que pueden ser utilizadas en diversos contextos.

Más allá de la filosofía, la cruda realidad que enfrentan las y los migrantes en su incansable andar por diversas regiones de los países que cruzan, empieza por la discriminación de que son objeto por parte de personas de algunos sectores sociales que los ven como enemigos o seres con conductas negativas.

En la enésima crisis migratoria que enfrenta México, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), reveló en un reciente estudio realizado en albergues y campamentos para ese sector poblacional, que más del 51 por ciento de ellos confirmó que huyen de la violencia, la inseguridad y las amenazas en sus lugares de origen, misma situación que viven los migrantes mexicanos.

Luego deben arriesgar sus vidas ante la inseguridad que generan pandillas locales de la delincuencia común y el narcotráfico, quienes los secuestran y extorsionan, tanto a ellos como a sus familias en sus lugares de origen. Muchos mueren por esa causa y otros en accidentes diversos. Se ven orillados a pernoctar en cualquier lugar y en espacios insalubres.

En su gran mayoría las y los migrantes son gente trabajadora y preparada profesionalmente que aportan su esfuerzo y talento a las economías de los países receptores donde muchos deciden quedarse, como Chile, Perú, Colombia, México, en caso de no poder continuar con su travesía hacia Estados Unidos y Canadá.

Esa lamentable realidad la completan la completan los numerosas niñas, niños y adolescentes no acompañados, la cara más desangelada de la migración que va en aumento todos los días. Las imágenes por si solas son desgarradoras: un niño de apenas 10 años que cuidaba a sus hermanitas de 3 y 6 años edad, fueron abandonados por el “coyote” en la frontera de Arizona hace unos días, cuando los llevaba a Estados Unidos para reunirse con sus padres.

Los niños, originarios de Atlixco, Puebla, reflejaban en su rostro el miedo, el hambre y su inocencia que los motivó a seguir su camino en busca de sus padres. ¿Dónde están los padres que deben cuidar a los hijos? ¿Dónde está el gobierno que debe velar por sus derechos? ¿Y dónde está la solidaridad de un país que cada vez atranca más las puertas para no permitir la entrada a los migrantes?, cuestiona el articulista Juan Hernández.

Las respuestas hasta hoy de gobiernos y políticos para tratar de resolver los problemas de la migración y asilo es de ofrecerles, según, puertas abiertas en los lugares por donde atraviesan, respetar sus derechos humanos, tramitar sus solicitudes de asilo y entregarles documentos para garantizar su movilidad, pero se tienen ejemplos de cómo las propias autoridades migratorias y policiacas estatales los extorsionan, golpean, humillan o los abandonan a su suerte. Un drama que no tiene fin.