The New York Times publicó el 30 de mayo el reportaje MÉXICO SE DISPONE A ELEGIR A SU PRIMERA PRESIDENTA y sostiene que Claudia Sheinbaum es la favorita en las encuestas y que supera a Xóchitl Gálvez por 20 puntos porcentuales por lo que se perfila como la ganadora en las elecciones presidenciales del próximo domingo 2 de junio.

Sheinbaum, quien tiene un doctorado y ha compartido un Premio Nobel de la Paz, ya hizo historia como la primera mujer en ser electa jefa de gobierno de Ciudad de México, una de las mayores metrópolis del hemisferio occidental. Sin embargo, enfrenta el desafío de demostrar que puede ser una líder independiente y no solo una extensión del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador.

A pesar de su liderazgo y logros, Sheinbaum se enfrenta a un problema de percepción pública. Muchos mexicanos se preguntan si podrá liderar con autonomía o si seguirá siendo una figura controlada por López Obrador. Ella misma ha reconocido estas dudas en entrevistas, señalando que algunos la consideran carente de personalidad propia y dependiente del presidente.

Sheinbaum insiste en que, aunque respeta a López Obrador y ha alineado muchas de sus políticas con las del presidente, planea gobernar con independencia y tiene prioridades distintas, particularmente en temas medioambientales, un área en la que es experta.

La contienda no es solo sobre Sheinbaum. Xóchitl Gálvez, una empresaria tecnológica que representa a varios partidos de oposición, también es una candidata fuerte, aunque Sheinbaum la supera en las encuestas por 20 puntos porcentuales. Esta ventaja ha centrado gran parte del debate nacional en lo que sería el gobierno de Sheinbaum. La candidata ha argumentado que las insinuaciones de que sería una marioneta de López Obrador son sexistas y machistas, un intento de descreditar su capacidad y autonomía.

De ser electa, Sheinbaum heredaría varios retos de su antecesor. López Obrador ha sido elogiado por duplicar el salario mínimo y reducir la pobreza, pero también ha sido criticado por empoderar al ejército y priorizar los combustibles fósiles.

La futura presidenta deberá lidiar con la deuda de la empresa petrolera estatal, la violencia creciente y las presiones migratorias, además de las posibles tensiones comerciales con Estados Unidos. Sheinbaum ha declarado estar lista para trabajar con cualquier presidente estadounidense y ha mostrado indicios de querer reformar las autoridades migratorias mexicanas.

La personalidad de Sheinbaum también marca una diferencia significativa con López Obrador. Mientras que el presidente ha sido un líder carismático y polémico, ella se presenta como más reservada y profesional. Aunque esto puede ser visto como una debilidad por sus críticos, sus defensores argumentan que su estilo disciplinado y detallista podría ser más efectivo para gobernar.

La pregunta que muchos se hacen es si Sheinbaum podrá equilibrar su lealtad a López Obrador con su propia visión para México, y cómo navegará el complejo panorama político para convertirse en una líder en su propio derecho.

 

Por Luis Martínez Alcántara.