Takagui LoComenta

Takagui LoComenta

Por Martín de J. Takagui

Luego de una serie de, al menos cuatro gobiernos sexenales en busca de un supuesto cambio en México, estamos por entrar, no a una nueva etapa, tampoco a un nuevo gobierno ni a un régimen diferente. A partir del 2 de junio pasado, el pueblo de México optó por el inicio de una nueva era en el entorno político y administrativo del país.

Pareciera una forma exagerada de ver el inicio de un nuevo gobierno, pero en realidad es ahora cuando se inicia a partir del 1 de octubre la verdadera Cuarta Transformación del país, en donde no se puede vislumbrar ni lo bueno ni lo malo de lo que será esta nueva forma de gobernar y administrar.

Preocupante para algunos, tranquilidad para otros, pero todos con expectativas de lo que será un gobierno en el entorno político actual, donde no existen o han pasado al último plano las ideologías, el pensamiento político de derecha y de izquierda o el caso único del mundo instaurado por el PRI, aquel frente amplio de centro izquierda, en donde todas las formas de pensar cabían.

Hoy más que nunca el pragmatismo, el trabajo por el cumplimiento de una visión unipersonal del modelo de país es lo que prevalecerá, al menos durante los próximos seis años, lo que pinta para ser un nuevo modelo de gobierno integrado por los pensadores y ejecutores de antaño, sexagenarios y septuagenarios que no tienen un pensamiento nuevo ni una experiencia nueva, pero si una lideresa que sigue los pasos del presidente saliente de México.

A lo largo del siglo XX y lo que va del XXI el país siguió, al menos en las propuestas de los partidos y en los papeles oficiales, como en los argumentos y considerandos de las reformas legales, una perspectiva de país y de un modelo democrático enmarcado en un sistema de partidos y de contrapesos que desparecieron del espectro político mediante el voto popular.

Estamos entrando en esa nueva era de la administración pública, federal y estatal, en la que los modelos ideológicos no existen, en donde el pragmatismo en busca de los votos para la siguiente elección, es lo que marca la pauta de todas las acciones de gobierno.

En los últimos seis años ese modelo de gobierno se vio un tanto moderado y limitado por la falta de confianza del presidente que está por concluir su administración, pues sabía que no tenía todas las fuerzas políticas consigo, a pesar de que tenía mayorías relativas que le sirvieron, pero no lo suficiente para hacer lo que será su cierre gubernamental con las 20 reformas por demás anunciadas para el sistema de justicia nacional.

A partir del 1 de octubre, con un gabinete de personas que han trabajado en regímenes priistas, del PAN y del PRD, con los años de experiencia y una forma de hacer política del siglo pasado, pero con ideas revolucionadas, iniciará esta nueva era de la administración pública de México.

En esa nueva era que estamos por iniciar como país, el ejercicio de la política, de la búsqueda de consensos, de la negociación transparente para tomar las grandes decisiones legislativas y administrativas, no existirá, habremos de ver, sin lugar a dudas la imposición de una figura presidencial con tanto poder, como no se ha visto en la historia reciente.

Y es que debemos reconocer que la democracia dejó muchas deudas al pueblo de México, por vivir y respetar una democracia, se flexibilizaron las leyes electorales, se frenaron cambios legales que intentaron los presidentes panistas, por decisiones democráticas Vicente Fox no pudo construir el aeropuerto en el Estado de México.

También por decisiones vivir en un sistema democrático, las reformas constitucionales que el país necesitaba desde el inicio del Siglo XXI no se habían logrado. A partir del 1 de septiembre, cuando inicie la nueva legislatura no habrá freno para cualquier reforma constitucional y a partir de ahí, la Presidencia de la República será omnipotente y sus decisiones podrán ser unipersonales para hacer de nuestro país un lugar donde vivir con un estilo completamente diferente al que hoy conocemos.

Fin