Por Luis Martínez Alcántara
CIUDAD DE MÉXICO.- La violencia en México alcanzó niveles alarmantes, convirtiendo al país en el lugar más peligroso de América Latina para ejercer el sacerdocio. Según un informe del Centro Católico Multimedial, desde 1990 han sido asesinados más de 80 sacerdotes y religiosos, con un promedio de dos muertes al año.
Esta situación ha generado un clima de temor entre los clérigos, quienes enfrentan amenazas constantes y agresiones por parte del crimen organizado y otros grupos violentos.
Los estados más afectados por la violencia contra sacerdotes incluyen Guerrero, Veracruz, Chihuahua y Michoacán. Estos lugares han sido escenario de numerosos crímenes atroces, como el asesinato reciente de dos sacerdotes jesuitas en Cerocahui, Chihuahua. Este tipo de violencia no solo se limita a los asesinatos; también se reportan secuestros, extorsiones y amenazas de muerte que afectan a la comunidad religiosa en general.
El informe del Centro Católico Multimedial destaca que en los últimos cuatro años se han registrado al menos 520 amenazas a sacerdotes, así como 17 asesinatos y 25 atentados contra seminaristas. La creciente inseguridad ha llevado a muchos religiosos a vivir con miedo, sintiéndose vulnerables ante la falta de protección por parte de las autoridades. La situación es especialmente crítica en áreas donde operan grupos del crimen organizado, que ven a los sacerdotes como obstáculos en sus actividades ilícitas.
La figura del sacerdote cambió drásticamente en México; antes considerados guías espirituales intocables, ahora son objetivos de violencia. La brutalidad con la que se cometen estos crímenes envía un mensaje claro a la sociedad: la impunidad reina y cualquier persona puede ser víctima del crimen organizado. Esto ha llevado a una desacralización del rol del sacerdote en muchas comunidades, donde su labor pastoral se ve constantemente amenazada.