Por Luis Martínez Alcántara

La desaparición de Alejandra Rivas Gómez, de 35 años, y su hija María José, de solo un año, conmovió a la sociedad mexicana tras el trágico hallazgo de sus cuerpos en Colima. Ambas fueron reportadas como desaparecidas el 1 de noviembre, después de que viajaron desde Guadalajara con la intención de reunirse con el padre de la pequeña. 

La última comunicación que tuvieron con sus familiares fue ese mismo día, lo que encendió las alarmas y llevó a una intensa búsqueda por parte de las autoridades y la comunidad.

El dolor se intensificó cuando, el 9 de noviembre, se confirmó que los cuerpos de Alejandra y su bebé habían sido encontrados en un predio del municipio de Cuauhtémoc. La noticia fue compartida por su primo Alberto Rivas en redes sociales, quien expresó su tristeza al confirmar que su prima ya “goza de la presencia de Dios”. 

La Fiscalía General del Estado de Colima inició una investigación sobre este caso, que se clasifica como un doble feminicidio. Se identificó a un sospechoso relacionado con la desaparición y asesinato de ambas. Las autoridades están trabajando arduamente para esclarecer los hechos y dar respuestas a una familia desgarrada por la pérdida y la incertidumbre. La situación ha resaltado la necesidad urgente de justicia en un país donde los feminicidios son una problemática alarmante.

La comunidad unió en un clamor por respuestas, recordando que cada caso es más que solo estadísticas; son vidas humanas llenas de sueños y esperanzas truncadas. La lucha por la verdad y la justicia continúa, impulsada por el amor y la memoria de Alejandra y su hija.

La historia de Alejandra Rivas Gómez es un recordatorio desgarrador del dolor que enfrentan muchas familias en situaciones similares. A medida que avanza la investigación, el eco de su historia resuena en los corazones de quienes exigen un cambio y un futuro más seguro para todos.