Por Luis Martínez Alcántara

CIUDAD DE MÉXICO.- La reelección de Rosario Piedra Ibarra como titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) generó una división en Morena. El expresidente Andrés Manuel López Obrador impuso su voluntad desde Palenque, Chiapas, instruyendo a la bancada oficialista a respaldar a Piedra Ibarra, a pesar de no contar con el apoyo de la presidenta Claudia Sheinbaum ni de gran parte del partido. 

Sheinbaum impulsaba a Nashieli Ramírez pero no llegó. López Obrador tenía otros planes. Adán Augusto López y Ricardo Monreal operaron a favor de la candidata de AMLO. Y donde manda expresidente no manda Presidenta.

La decisión provocó tensiones internas en Morena, evidenciando una ruptura en la cohesión y obediencia que caracterizaba al partido. El sector más duro de la bancada, aunque minoritario, presionó para cumplir la orden de López Obrador, mientras que otros senadores mostraron reticencia a respaldar a una funcionaria considerada incompetente por algunos críticos.

El proceso de votación se extendió por horas debido a las intensas negociaciones dentro de la bancada oficialista. Adán Augusto López, coordinador del grupo, y Alejandro Esquer, exsecretario particular de López Obrador, enfrentaron dificultades para lograr un consenso y ejecutar las instrucciones provenientes de Chiapas.

La reelección de Piedra Ibarra fue criticada por la oposición y algunos analistas, quienes argumentan que su gestión ha sido cuestionable y que su nombramiento responde más a intereses políticos que a méritos profesionales. La CNDH, bajo su dirección, ha sido acusada de alinearse con las políticas del gobierno federal en lugar de mantener su independencia.

Este episodio pone de manifiesto las tensiones existentes entre el expresidente López Obrador y la actual mandataria Sheinbaum, así como las divisiones internas en Morena. La imposición de Piedra Ibarra en la CNDH podría tener repercusiones en la dinámica política del partido oficialista y en la relación entre los poderes del Estado.