Por Ivette Estrada

Conversar es la magia más pura y cotidiana que existe. Implica generar acuerdos y lograr oportunidades, pero sobre todo compenetración o “conexión” con el otro.

A través de la conversación se obtienen patrones de respiración y frecuencia cardíaca coincidentes. Lo más importante es que la actividad dentro de los cerebros de quienes dialogan se sincroniza, lo que se conoce como arrastre neuronal.

La comunicación cumple la antiquísima necesidad humana de intercambiar sentimientos o experiencias. Se trata de una de las habilidades blandas con mayor demanda en nuestra era digital. Buscamos hoy, profesional y personalmente, grandes conversadores.

¿Qué características tienen?

En general tienden a pensar en la conversación y la comunicación más profundamente que los demás. Consideran todo antes de abrir la boca y desarrollan hábitos de escucha que les permiten averiguar lo que pasa.

Hacen de 10 a 20 veces más preguntas que la persona promedio. Plantean preguntas que nos invitan a entrar en la conversación.

Algunas son “preguntas profundas” sobre los valores, creencias o experiencias de su interlocutor. No son preguntas demasiado íntimas, sino una oportunidad para compartir quiénes somos.

¿De qué hablamos? La mayoría de las conversaciones están en el grupo emocional, práctico o social. Es decir, en las emocionales queremos hablar de sentimientos, las prácticas se enfocan en la resolución de problemas o planear algo conjuntamente y en las sociales se abordan cómo nos relacionamos entre nosotros.

Los grandes conversadores tienen claro qué tipo de conversación quieren y necesitan. Aparece la magia: empezamos a pensar igual y eso nos permite conectarnos. El proceso suele iniciar con una pregunta no externalizada al iniciar la conversación: ¿De qué se trata esto realmente?” Es una “negociación silenciosa” donde no se trata de ganar nada. Es la semilla o génesis de la empatía.

Es decir, negociamos para averiguar qué quiere cada participante de la conversación. Es una actividad inconsciente que se puede aprender de la observación, interrogación y experimentación.

Veo a mi interlocutor, le pregunto para determinar si tenemos los mismos objetivos de conversación y entablo el diálogo activamente. Posee mayo destreza quien mayores interacciones realiza cotidianamente.

Ahora, a medida que surgen nuevas formas de comunicación, se requieren reglas, hábitos y prácticas ligeramente diferentes. Pero lo importante es recordar que la conversación se aprende. Y no hay nadie más atractivo y seductor que un buen conversador.