Por Luis Martínez Alcántara

La Agencia Espacial Europea (ESA) lanzó una misión innovadora llamada Proba-3, que busca crear eclipses solares artificiales mediante el vuelo en formación de dos satélites. Este ambicioso proyecto, que cuenta con un presupuesto de 210 millones de dólares, tiene como objetivo generar hasta 50 eclipses totales cada año durante su operación de dos años.

Los satélites, que se separarán en un mes y volarán a solo 150 metros de distancia, permitirán a los científicos estudiar la corona solar en condiciones controladas y prolongadas.

Cada eclipse artificial durará aproximadamente seis horas, lo que representa un tiempo significativamente mayor al de los eclipses naturales. Esta duración extendida facilitará observaciones detalladas de la atmósfera exterior del Sol, un área que ha intrigado a los científicos durante décadas. La misión se basa en la necesidad de bloquear la intensa luz solar para poder examinar la corona, que es visible únicamente durante eclipses totales o mediante instrumentos especializados como coronógrafos.

Los satélites involucrados en Proba-3, denominados Coronagraph y Occulter, están diseñados para operar con una precisión extrema. Utilizando tecnología avanzada como GPS y láseres, estos satélites deberán mantener una separación milimétrica mientras se alinean con el Sol. Este nivel de precisión es fundamental para garantizar que uno de los satélites pueda proyectar una sombra efectiva sobre el otro, simulando así un eclipse solar natural.

La importancia científica de esta misión radica en su potencial para responder preguntas clave sobre fenómenos solares, como las eyecciones de masa coronal y el calentamiento anómalo de la corona. Estos estudios no solo contribuirán al entendimiento del Sol, sino que también ayudarán a predecir las tormentas geomagnéticas que pueden afectar las comunicaciones y el suministro eléctrico en la Tierra.

Proba-3 representa un avance significativo en la exploración espacial y la investigación solar. Se espera que los primeros resultados estén disponibles en marzo de 2025, tras la revisión inicial de los satélites. Al final de su misión, estos satélites descenderán y se quemarán en la atmósfera terrestre, cerrando así un ciclo innovador en la ciencia espacial.