Por Redacción:
Ciudad de México.- Liderar en la era del trabajo híbrido ya no es una cuestión de supervisión, sino de inspiración. Mientras que el modelo de trabajo flexible se ha vuelto un estándar, las cifras de compromiso no han seguido el mismo ritmo: un 62% de los empleados a nivel mundial se encuentran en un estado de “renuncia silenciosa” (quiet quitting), según el informe State of the Global Workplace 2025 de Gallup. Este fenómeno no es una falla del colaborador, sino un síntoma de un liderazgo que no ha sabido conectar a nivel humano.
La conexión en equipos híbridos se ve afectada por la distancia física y la escasez de interacciones espontáneas. La difusa línea entre hogar y trabajo aumenta el riesgo de burnout y estrés crónico, mientras que una comunicación deficiente causa desalineación estratégica y la pérdida del sentido de contribución individual.
Ante este panorama, la solución no son más reuniones virtuales. Sostener la alineación y la motivación de los equipos dispersos demanda un liderazgo anclado en el pilar más profundo de la conexión humana: el propósito. Esta es la habilidad clave.
La verdadera cohesión surge cuando un líder ayuda a cada colaborador a identificar su propósito personal y a conectarlo de manera significativa con la misión compartida de la organización. Bajo esta premisa, el liderazgo positivo se erige como el vehículo esencial para activar y sostener dicho propósito. Un líder positivo no solo lo comunica, sino que lo encarna, lo vive y lo inspira.
Esta forma de liderazgo no solo resalta las fortalezas individuales, sino que también establece las bases para una cultura organizacional resiliente y adaptable. La sinergia fundamental entre un propósito claro y un liderazgo que lo impulse activamente es lo que establece una guía clara en la dinámica de los equipos. Estos se convierten en una comunidad colaborativa y motivada, independientemente de la distancia física que pueda existir entre sus miembros.
Como lo afirma Alejandra Preciado, directora de la Maestría en Liderazgo Positivo de Tecmilenio, “En los entornos híbridos, liderar con propósito no es opcional: es una necesidad”. Esta afirmación subraya la importancia crítica de integrar un liderazgo basado en el propósito en la estrategia de cualquier organización que aspire a prosperar. No se trata de una ventaja competitiva, sino de un requisito indispensable para mantener la cohesión, la productividad y el bienestar del equipo en un panorama laboral dinámico.
Este liderazgo ofrece un marco de acción concreto para transformar estos desafíos en oportunidades. No se trata de un optimismo ingenuo, sino de un conjunto de prácticas enfocadas en potenciar las fortalezas humanas para lograr resultados favorables.
Esto se logra a través de una comunicación empática y constante. En un entorno híbrido, esta comunicación debe ser intencional y humana; es necesario preguntar “¿cómo te sientes?”, crear espacios seguros para conversaciones honestas, practicar la escucha activa y reconocer a la persona detrás de la pantalla.
Esta metodología se cimienta en la autonomía fundamentada en la confianza, a diferencia del micromanagement, el cual resulta contraproducente para equipos remotos. Por consiguiente, un liderazgo positivo faculta a los colaboradores al otorgarles una autonomía genuina, la cual se edifica mediante objetivos nítidos, decisiones diáfanas y un respaldo ininterrumpido.
Más allá de la autonomía, la visión y el propósito compartidos son cruciales. Un líder debe comunicar constantemente el “por qué”, conectando las tareas diarias con una misión que impacte. Esto clarifica la relevancia individual e inspira pertenencia y compromiso. Un propósito bien articulado no solo motiva, sino que guía decisiones, fomenta la colaboración y construye una cultura de trabajo sólida y resiliente en equipos híbridos.
A su vez, se requiere un reconocimiento visible y significativo. Cuando no todos comparten el mismo espacio, los logros pueden pasar desapercibidos. Por ello, es crucial establecer sistemas y costumbres para celebrar los éxitos, tanto individuales como colectivos, ya sea mediante un reconocimiento público en un canal de comunicación o una felicitación personalizada que refuerce el valor de cada contribución y fortalezca los lazos del equipo.
Es así que se materializa la visión de Maldonado: “Un buen líder híbrido no solo coordina tareas, sino que inspira sentido, conexión y bienestar”. Precisamente, formar directivos capaces de dominar estas herramientas y encarnar este enfoque es el núcleo de la Maestría en Liderazgo Positivo.
Para alcanzar el éxito en equipos híbridos, es fundamental implementar “rituales de conexión”. Estos espacios intencionales, que pueden ser tan simples como destinar los primeros minutos de una reunión a conversaciones informales, son cruciales para fomentar la cohesión. Sirven para fortalecer lazos, promover el conocimiento mutuo y emular los encuentros casuales de la oficina, creando así un ambiente donde cada persona se siente valorada.
Un líder debe predicar con el ejemplo, fomentando un equilibrio saludable y legitimando estas prácticas para todo el equipo, creando un ambiente de trabajo positivo y sostenible.
Al final, la tecnología es solo el facilitador del trabajo híbrido; el liderazgo con propósito es lo que lo hace humano y exitoso. Como concluye Magali Maldonado, “Cuando hay claridad de propósito, la distancia física no implica desconexión emocional”.
