Por Felipe Vega, fundador y director general de CECANI Latinoamérica, empresa de divulgación y capacitación de asociaciones civiles y otras figuras no lucrativas
Los medios financieros se centran cada vez más en el crecimiento de la inversión verde. Por ejemplo, en 2025, 50 billones de dólares en activos se gestionarán en función de consideraciones ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) sólo en el mercado estadounidense.
Sin embargo, mientras que las grandes instituciones financieras aumentan las tenencias de capital con características ESG, otros inversores se mueven en la dirección opuesta
Sin embargo, diversos estudios muestran que la responsabilidad social corporativa gana relevancia al ser un punto esencial de la reputación y el respaldo que reciben de los públicos.
A medida que crece el interés de los inversores por empresas “verdes” y sustentables, también aumentan los informes empresariales que dan cuenta de las aportaciones ESG que realizan con datos verificables y duros.
De manera paulatina, pero firme, aumenta el grado de apoyo corporativo a diversas fundaciones y sociedades filantrópicas. Sin embargo, a medida que aumenta el compromiso social corporativo también se vuelve más cuidadoso y selecto.
En el último quinquenio, por ejemplo, se agudiza un sentido de auto realización en las empresas mediante las causas que apoyan. Deben corresponder a giros directamente relacionados con su actividad productiva para considerar que son eficientes.
Los públicos beneficiados, por ejemplo, dejan de ser aleatorios para circunscribirse al área de operaciones de la empresa en cuestión. Esto desde una óptica geográfica y del nivel sociocultural en el que se tiene interés mercadológico.
Por supuesto, esto supone que las asociaciones civiles deben profesionalizarse y realizar proyectos más eficientes para captar el interés de posibles donantes corporativos. Apoyarse en datos relevantes y específicos para cada tipo de industria, su giro, ubicación y mercado, son datos relevantes que deberán considerarse ahora.
Diversos organismos destacan el gran potencial de América Latina y el Caribe para las inversiones sostenibles, al contar con la mayor reserva de biodiversidad del mundo, una matriz amplia de energía limpia y brechas que cubrir en infraestructura resiliente al clima.
Pero, además del potencial, hay una necesidad urgente de esa inversión dada la alta vulnerabilidad ante desastres naturales, especialmente en Centroamérica y el Caribe.
Actualmente, la región representa solo el 2% del mercado global de bonos verdes, con Brasil, Chile, y México emiten el 85% de esos instrumentos hasta la fecha, lo que ofrece una gran oportunidad para las inversiones, señala el directivo del BID, al mencionar que los sectores implicados abarcan desde agricultura, alimentación, bosques, energía, saneamiento y transporte.
En Latinoamérica, la energía es en este momento el sector más financiado de esa forma, con la mitad de las asignaciones de los bonos verdes a proyectos de energías renovables, especialmente eólicos y solares.
Mientras que los de edificaciones y agua, dos de los más financiados a nivel mundial, están entre los más bajos en América Latina y el Caribe, con el 4% cada uno. Sin duda, los proyectos verdes representan una buena opción de inversión.