Por Luis Martínez Alcántara

El régimen de Bashar al-Assad en Siria colapsó tras más de 50 años de dominio familiar. La ofensiva rebelde, liderada por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham, logró tomar Damasco en solo diez días, marcando un giro inesperado en el conflicto que ha devastado el país desde 2011. La caída de al-Assad no solo representa el fin de su gobierno, sino también un cambio significativo en el equilibrio de poder en Oriente Medio, afectando a aliados como Rusia e Irán que habían sostenido su régimen. 

La situación se tornó caótica cuando los rebeldes entraron en la capital siria sin encontrar apenas resistencia. La televisión estatal iraní confirmó que al-Assad había abandonado Damasco y, según informes, se encuentra ahora en Moscú bajo asilo político. Este desenlace ha dejado a Siria sumida en la incertidumbre, con un vacío de poder y sin un sucesor claro para liderar el país. 

Durante su mandato, al-Assad fue conocido por su mano dura contra la disidencia, lo que lo convirtió en un líder temido. Sin embargo, sus primeros años como presidente prometían reformas y modernización. La transformación del país desde entonces ha sido trágica, con cientos de miles de muertos y millones de desplazados debido a la guerra civil que él mismo desató al reprimir protestas pacíficas.

Reacciones internacionales han comenzado a surgir tras la caída del dictador. Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos, afirmó que la huida de al-Assad es resultado del desinterés de Rusia por protegerlo. Este cambio podría abrir nuevas oportunidades para reconfigurar las alianzas en la región y abordar los conflictos persistentes que han afectado a Siria durante más de una década.

A medida que los rebeldes celebran su victoria y proclaman la “liberación” de Damasco, la población siria enfrenta un futuro incierto. La transición hacia un nuevo gobierno será crucial para determinar el rumbo del país después de años de sufrimiento y opresión. Con el régimen de al-Assad derrumbado, los sirios ahora buscan reconstruir su nación y sanar las heridas dejadas por años de guerra.