Por Luis Martínez Alcántara

El expresidente de Uruguay, José “Pepe” Mujica, falleció este 13 de mayo de 2025 a los 89 años, tras una prolongada lucha contra el cáncer de esófago. Su muerte ocurrió en su chacra de Rincón del Cerro, Montevideo, acompañado por su esposa y compañera de lucha, Lucía Topolansky.

Mujica, exguerrillero tupamaro, pasó 14 años en prisión durante la dictadura militar, experiencia que marcó su visión política y humana. Tras su liberación en 1985, se integró a la vida democrática, siendo electo diputado, senador y luego presidente.

Mujica fue reconocido mundialmente por su estilo de vida austero y su discurso humanista. Vivía en una modesta chacra con su esposa, cultivando flores, y donaba alrededor del 90% de su salario presidencial a organizaciones benéficas.

Rechazó vivir en la residencia presidencial y utilizaba un viejo Volkswagen Beetle como medio de transporte. Su autenticidad y compromiso con la justicia social lo convirtieron en un referente ético y político a nivel global. A pesar de las críticas por el aumento de la criminalidad durante su mandato, dejó el cargo con una aprobación del 60%.

Durante su presidencia (2010-2015), Uruguay se convirtió en pionero regional en libertades individuales, al legalizar el aborto, el matrimonio igualitario y la marihuana. Estas reformas posicionaron al país como un ejemplo de progreso social en América Latina.

Mujica también promovió el uso de energías renovables y la educación pública. Su liderazgo se caracterizó por la coherencia entre sus principios y acciones, ganándose el respeto de aliados y opositores. Fue propuesto al Nobel de la Paz y declarado “líder del año” por The Economist en 2013.

Pepe Mujica deja un legado de coherencia, humildad y compromiso con los más desfavorecidos. Su vida y obra continúan inspirando a líderes y ciudadanos en todo el mundo. Su ejemplo demuestra que es posible hacer política desde el corazón, con honestidad y al servicio del pueblo. Su partida deja un vacío en la política mundial, pero su legado perdurará como símbolo de integridad y humanidad.