Por Luis Martínez Alcántara

En México, la depresión afecta entre el 15% y el 20% de los adultos mayores, cifra que supera más del doble el promedio mundial del 7%, según datos del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam). Este alarmante porcentaje refleja una crisis de salud mental en la población envejecida del país, requiriendo atención urgente por parte de las autoridades y la sociedad en general.

Este panorama sugiere la necesidad de implementar políticas públicas enfocadas en la salud mental de los adultos mayores. Programas de detección temprana, acceso a servicios psicológicos y psiquiátricos, así como actividades recreativas y de integración social, podrían contribuir a reducir la prevalencia de la depresión en este grupo etario. Además, es esencial capacitar al personal de salud para identificar y tratar adecuadamente los síntomas depresivos en personas mayores.

A nivel individual, es fundamental que los adultos mayores mantengan una red de apoyo social sólida, participen en actividades físicas y recreativas, y busquen ayuda profesional ante síntomas de depresión. La comunicación abierta con familiares y amigos, así como la integración en comunidades o grupos de interés, puede mejorar significativamente su bienestar emocional y reducir sentimientos de soledad y aislamiento.

Estadísticas recientes indican que la prevalencia de depresión en adultos mayores ha aumentado en los últimos años. En 2018, el 26.4% de las personas de 60 años y más presentaban síntomas depresivos, cifra que ascendió al 35.5% en 2021, según la Encuesta Nacional sobre Salud y Envejecimiento en México (ENASEM).

Además, estudios han demostrado que las mujeres adultas mayores son más propensas a experimentar depresión en comparación con los hombres. La Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado (ENBIARE) de 2021 reveló que el 19.5% de las mujeres adultas presentaron síntomas depresivos, en contraste con el 11.3% de los hombres.

Las causas de la depresión en adultos mayores son multifactoriales, incluyendo la pérdida de seres queridos, enfermedades crónicas, disminución de la movilidad y aislamiento social. Abordar estos factores mediante intervenciones integrales y personalizadas es crucial para mejorar la calidad de vida de este sector de la población y reducir la carga que la depresión representa para el sistema de salud mexicano.